jueves

(Don) Santiago y las marquesas santiaguinas*.



*El título del post es una referencia no jocosa a las señoras del taxi. 
Quizá también a aquellas que "recogían el Oscar".
Pero podría ser también que me guíe al usar este lenguaje por haber 
visto a este país, Chile, como un resumen de los distintos
 tipos de belleza que hay en Europa, en su mejor expresión

                                          

Una ciudad limpia, con una seguridad muy por encima de la media en Latinoamérica....



Edificio Telefónica algo futurista, que llama la atención.
Fíjate los elementos naturales: río , montaña y cielo, en
contraste con los elementos 'humanos': el puente
y un edificio impactante.


con mucha luz aquel día. Capital de un país muy original en su forma, por ser una franja estrecha de terreno que va de norte a sur, entre la Cordillera de los Andes y el mar. Es Santiago.
He decidido  pensar en voz alta, esta excursión por si puede servir de ayuda a otros viajeros.  
………….
La primera impresión al llegar a la capital del país Andino, fue contemplar el espacio bajo el avión dedicado a la agricultura, llamados si no me equivoco, minifundios. Me pareció ver el espíritu del chileno que había intuido desde otras atalayas: geometría o racionalismo, en la distribución de los diferentes elementos y mucha limpieza. Cuadriculas perfectamente delimitadas y falta de espacios, que pudieran dedicarse a zonas inservibles, o improductivas, como se ve a menudo en otras huertas.  Esa fue mi impresión al menos. No sé si soy muy detallista pero lo confirmaba además, según descendía el avión.
Al aterrizar y levantarnos del asiento los pasajeros, no hay niños metiendo ruido y da la sensación que el orden, al enfilar el pasillo o al coger el equipaje, está duplicado. Estos Chilenos parecen bastante serios. En general, todo el mundo tiene muy buen aspecto.  En muchos detalles en el viaje, noté a la gente bastante correcta. No era Business class. Al desembarcar, algo me dice del saludo del Capitán de vuelo, muchísimo más experimentado que yo, que está de acuerdo con mis impresiones.   

Al salir del avión molesta más que un poco que sea necesario cruzar la tienda libre de impuestos típica de los aeropuertos. Más que un detalle que no es precisamente, un gesto de bienvenida.



Sala en el aereopuerto, donde se espera al viajero.



Llegando al exterior de la Terminal no se sorprendan si se encuentran un grupo apelotonado de personas, conformado por familiares, que esperan por una parte, y  aquellos que lo hacen para recibir al visitante desconocido, al que anuncian con un cartón, que sostienen en silencio. Por último están, los taxistas, de los que guardo alguna anécdota en la ciudad. Cuando no hay nadie para recibirte y ves ese panorama, tengo que reconocer, que es un poco molesto. Es algo así como un vodevil: al abrirse la puerta corrediza de forma automática, la impresión es la misma de una película cómica muda: expectación, silencio, personas tensas que aguardan, taponando todo el frente de la puerta de salida y mirando fijamente la puerta. He colocado la foto que hice, guardando la privacidad de las personas que se ven en ellas. Especialmente el funcionario del primer plano, que parece ofendido. 
Menos discretamente de lo debido, están los taxistas. 
Nunca había visto tantos que parecieran estar del todo de acuerdo en mostrar una actitud tan beligerante. Insistentes, crecidos, creídos de sus supuestas dotes vendedoras. Te los vas quitando de encima como puedes, con la sensación de que tienes que disculparte tú, no ellos.  El más alto, no se dio por vencido y tras dos negativas mías, pareció mirar al cielo y disponer de una brillante idea, de este modo: "¿Qué idioma habla?”, con un ligero brillo en los ojos, como si percibiera de repente que su experiencia en el trato al turista o al cliente, acaba de dar un paso de gigante. 

Era mi primera vez en esas latitudes. Si coges un vuelo económico, puede ocurrirte que la escala que hagas sea tan 'tardona' que te permita una segunda visita relàmpago. Así me pasó con Miami.  Creo que fue una suerte. 


Miami Beach, mi foto, como todas las demás.

 Cogí un taxi compartido, -que me recomendaba mi Guía Azul-  y coincidí con unas “Marquesas Santiaguinas”, que bien podrían ser Madrileñas orgullosas de vivir en La Castellana, felices por  su tren de vida. Muy correctas, educadas y amables. El servicio del taxista, me pareció mucho mejor que los de España: absoluta limpieza del taxi y muy espacioso. El conductor, correctísimo, amable y servicial sin ser servil.  Cuando las propinas no son costumbre, en mi opinión, mejora el servicio infinitamente. Yo se la di, cuando salió por la maleta, porque el acceso a mi Hotel estaba mal indicado en el mapa o tenía una calle prohibida y peleó denodadamente para dejarme  frente a la puerta de entrada. Y ello a pesar del consejo explícito de las Señoras, en voz alta: “no!, aquí no es costumbre dar propina”. Me sorprendió la amabilidad, casi cariño con que me trataban.  Ciertamente la llegada al núcleo urbano, fue una alegría. Hacía un día luminoso, la carretera era amplia, bien indicada y limpia. Además, ese día, no había tráfico. Las señoras estaban tan enfrascadas en su conversación como atentas a mis inquietudes; el taxista metía baza en el momento justo y en su justa medida.


Universidad de San Sebastián. A la derecha zona de Bellavista.
Atrás queda la Plaza de Baquedano.


Entrando a la ciudad, tenía la misma sensación que tuve cuando fui a Madrid la primera vez, de pequeño. Para un vasco hay aún más similitudes, pero por otra parte, diferencias. Yo me encontraba feliz de esas impresiones, al empezar a adentrarnos en el corazón de la ciudad: la primera 'metrópoli' Hispana. Tras cruzar el charco. La primera 'España' pero no España. Me explico: aquí, en cualquier localidad, los vascos, al menos hasta hace poco, no dejan indiferentes y desencadenan a menudo, reacciones viscerales. En esa ciudad a la que llegaba, todo eso no existía. En ese sentido es un remanso de paz.


Zona Manuel Montt, cruzado por el gran nervio: Providencia.
¿te gusta la foto? A mi mucho.

El Hotel, tranquilo y agradable al máximo. Creo que la mejor elección que pude hacer con el presupuesto señalado: 'Don Santiago', recién restaurado, familiar, con una cocina económica y satisfactoria sobre todo si charlas un poco con el cocinero, muy flexible en lo que a la confección de los platos se refiere. Personal muy próximo. La terraza soberbia: a la altura de la calle; decoración cuidada, vegetación rica y lo más importante, una calle del todo tranquila, sin comercio ni gente. El río (si se puede llamar así... cada vez que me acuerdo de un comentario de un chileno que me hablaba de un Plan para 'llenarlo de agua'; quizá con aguas subterráneas afloradas... un misterio) a un lado. Al otro Bellavista, una bulliciosa zona de comercios y sobre todo, locales de Hostelería.
Entré con mi maleta italiana, de la que estaba tan orgulloso. La mujer parecía que me conocía de toda la vida: sin duda, las reservas confirmadas por teléfono desde España, tan largas, no eran el pan nuestro de cada día. El otro lado de la moneda trata de que si es tan tranquilo, no puedes conocer gente, perdiendo una buena oportunidad para tener un pequeño ímpetu en una ciudad nueva.

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Intento resumir, poniendo algunos comentarios a modo de tips.


No se ven muchas bicicletas.


Taxis en la capital. Sin comentarios. 

En una ocasión, el taxista me dijo: “precio 98”. Al darle 100 y buscar la vuelta me dice: “no tengo monedas .. sino le importa, son 100”. Bien, no quise pelear ni que me ‘violente’ el momento, así que bajé sin decir nada. En una segunda ocasión, un taxi me llevó a un local que me habían recomendado. Estaba cerrado ‘por obras’ y le dije que me llevara al sitio de vuelta. En algunas ocasiones no te cobran el viaje de vuelta porque el taxista tiene su destino fijo en esa parada. Esta vez no: el taxista no quiso ‘negociar’ y me cobró doble. Yo deseaba volver al lugar desde donde lo llamé, por visitar de nuevo aquél local argentino en el Patio Bellavista, seguir viendo ese espectáculo de Tangos y de paso, además insinuaría al camarero que su torpe recomendación me había costado un buen pellizco. Quizá me invitaría a otro cóctel de güiski. (no lo hizo; aparte de ruborizase un poco, no acertó a disculparse bien). Que gente... y sólo era el principio ... 
Consejo: cuando subas a un taxi Santiaguino, no harás nada de más si duplicas las precauciones.   
Ambiénte frenético en lugares donde dan
comidas. 

Planos o mapas de la ciudad.

Cuesta encontrar uno bueno. En los kioskos es prácticamente imposible; si lo tienen, está plastificado y no puedes comprobar si es bueno. El que encontré en la Librería, tenía la letra muy pequeña. 
Consejo: imprime desde Google Maps, si no quieres patearte el área, probablemente de forma infructuosa.

Comer.

Me impresionó, de verdad, sino, no lo diría, la cantidad de locales de comida basura que encontré en la zona de Providencia, (Valdivia, Montt, creo) y con olor a lo mismo (junk food). El contraste con el Hotel era notorio, pero cuando quieres experimentar fuera, tienes que combinar el pateo + pagar bien + arriesgarte si está bueno … así que no es fácil salir triunfantes.  Me sugirieron algunos lugares, pero cuando me cansé ya de andar y me dije al fin, que estaba dispuesto a pagar bien, tengo que decir que entré a algún local, pero salí de nuevo, inventado alguna excusa. No anoté los nombres de los sitios, pero los estándares, eran desastrosos. Los transeúntes a los que preguntaba me enviaban a un Restaurante quizá muy conocido, pero que yo veía algo siniestro y además, con mesas bajitas y pequeñas. Bar Nacional, sino me equivoco. Lo mencionaban tanto que llegue a contestar, que no era una buena recomendación; tanto un señor grandón, como un segundo algo más 'indiano' se ofendieron abiertamente, aunque yo les había dicho únicamente "lo conozco y lo tengo descartado del todo ¿y otro?"... siendo lo más diplomático posible. Creo que pensarían algo así como "un español, ¿qué se cree éste ... viniendo aquí?" y lo digo porque es algo que he palpado: el cariño a este país, no es el mismo que era antes. 

Todo esto era ya divertido pero se trataba de comer... Finalmente, en esa ocasión entré a un japonés llamado el Duri Sushi. El personal amabilisímo. La comida no es como la nuestra, pero siempre es un 'experimento notable'. 

Paseos por la calle.

Frutería callejera. Buen género. Chile exporta
material hortofructícula que ayuda a su balanza
comercial. 


Los Santiaguinos no son muy buenos vendedores. Cada vez que hablaba con alguno que me “interrogaba” sobre mi viaje, se mostraba sorprendido por mi elección de ir a Santiago, específicamente. En otras ocasiones me explicaban que era una ciudad insegura y que tuviera cuidado. En el otro extremo, en el Hotel me desmintieron todo.  La razón: el término medio, como te puedes suponer.

Los clichés y la gente. Clases.

En algún momento creía estar caminando en una ciudad colonial por las diferencias que veía entre unos y otros. Los “blancos” más ‘papistas’ que el Papa. He visto mujeres en la zona cercana a la Biblioteca, en Bernando O’Higgins, vestidas, como si fueran a recoger un Oscar, caminando entre puestos de ropa, algunos de ellos, mugrientos. Recuerdo su arrogancia y artificiosidad y el contraste con la ilusión y la sencillez de las vendedoras, algunas arrodilladas en el suelo; probablemente Mapuches. Me ha parecido un botón de muestra de un país de contrastes y con unas diferencias sociales tremendas. Pero además, esa foto que acabo de mencionar, me habla de la arrogancia del descendiente de europeos.¿una añoranza del pasado histórico de la ciudad? ¿Recreando un trasunto de colonialismo? La respuesta está en el trato que se da a los mapuches, ilustrado con anécdotas y hechos más que abundantes que hablan de su marginación. 


Clínica Santa María. Moderno edificio. Impresionante.
me extrañó que no tuviera zonas verdes alrededor.


Iendo a otras latitudes, en Londres por ejemplo, están en las antípodas: multiculturalidad, respeto, armonía. El inglés es extremadamente educado y no sólo pragmático, sino que sabe valorar la diferencia y las cualidades del otro, lo que ha aprendido en el intercambio vivido de primera mano, a lo largo y ancho de su antiguo Imperio, que hoy tienen una unión simbólica o cultural. 

  
Autobuses de todo tipo.
Modernos unos, tercermundistas otros.

Costumbres. 

No estuve integrado, ni tanto tiempo para decir algo sobre esto, excepto alguna lectura de periòdicos. Chile es uno de los países menos liberales. Sobre este tema no se hablar mucho, porque reconozco además, que la vida en este aspecto se lleva en privado y el respeto es lo único exigible en mi opinión. No puedo decir mucho al respecto, insisto. Para mí el sexo es algo que está en cada uno y no me interrogo sobre ello. Sin embargo sí hay dos cosas que me llaman la atención. En Santiago han matado hace pocos meses a un joven apellidado Zamudio, por ser homosexual. Sus agresores no se escondieron ni lo hicieron planificadamente. Se ensañaron en la calle con él (en un lugar apartado) hasta ocasionarle poco a poco, heridas que en unos días le ocasionaron la muerte. Se da la circunstancia, según leí hace unos días en EL País, que en el Código Penal Chileno sanciona a los homosexuales que se besen en público. No voy a consultarlo ni a profundizar en ello, pueden haber matices de redacción, o pueden haber disposiciones que mitiguen su puesta en práctica o sencillamente la aplicación que hagan de él los jueces quizá lo deje en la práctica, inexistente. Pero el sólo hecho que exista esa disposición con rango legal a mi personalmente me deja perplejo y abona un camino para crear una conciencia social desfavorable a la homosexualidad. Y eso es un caldo de cultivo para que en las sociedades avanzadas ocurra lo que ha ocurrido en Santiago. Es un botón de muestra, extensible.

Ni siquiera en mis salidas nocturnas he sido testigo de gestos de cariño en la calle, entre las parejas, o melosidad alguna, ni besos, abrazos por parte de las parejas. Y eso que hablo de la zona de Bellavista, todo un centro de encuentro de ligue para los jóvenes. Probablemente la sociedad más conservadora de América Latina.

De compras.

 
En "Los Dominicos", todo un 'ecosistema'
de tiendas, variadas y con artículos
interesantes y de calidad.
Me llevé una camiseta 'andina'.



En Santiago, los comercios están atendidos por varias personas, generalmente el doble
del personal que habría en el mismo comercio en Europa, pero ¡ojo! : no por ello te atienden bien. Gente muy joven; la que yo he visto, que ha sido mucha, con escasa o nula experiencia. Excepto cuando el que te atiende es el dueño o la dueña, desidia y torpeza manifiesta. También falta de cortesía. Hablo  ahora mismo de la zona de Providencia, donde estuve buscando algo que no encontraba, (un batería supletoria para el iPhone, que por cierto, ya en España, quedó inservible en dos meses, a pesar de lo cara que fue; también una maletita de mano para el avión) por eso recorrí numerosos comercios.  El nivel de desacierto que encontré, roza la idiocia. He sido testigo en varios comercios, además de renombre. En un comercio estilo El Corte Inglés (mejor decir Galerías Preciados, pero cien veces peor) logré dar con los vendedores, que se encontraban semiescondidos, de charla, haciendo grupo. Lo más llamativo, es que mis preguntas no movían ni un ápice la actitud de ninguno de ellos, con la excepción de uno, que lo hacía a medias. En mi caso, esto fue la norma. 

En el Hotel, la recepcionista cometió el error de enviarme al GAM para asistir a una obra de Teatro que en realidad, no se representaba ese día. No se disculpa a mi llegada, a pesar de que sabía que cogí un taxi con el consiguiente gasto. 
En esa zona, Lastarria, -ahí, en el interior del GAM- tuve la misma impresión con el personal que había tenido en los comercios del día anterior; en este caso jóvenes en corrillos que no te atendían y que acuden de repente hacia ti, todos a la vez, en masa. Llegué a creer que en realidad, se trataba de una celebración o cualquier otro pretexto para reunirse en esa oficina, que no dejaba de ser un servicio público. ¿Otros estándares? Incluso el vigilante de seguridad me orientó al revés: no sabía de qué hablaba.


Metro. Aprobado a los trenes.

El chileno, muy servicial en la calle, pero quizá poco acertado. Cuesta hacerse entender si no hablas muy despacio, aunque hables un castellano Cervantino muy correcto. Cuando te entienden, su respuesta es extremadamente lenta, aunque quizá pongan la mejor voluntad. Algo que no deja de ser paradójico.  


Color para amortiguar la sensación
de encajonamiento. Estación de Metro.


Propinas. 

Das una limosna porque te duele esa persona que pide, que le falta -o simula- una pierna, o una propina porque eres generoso u observaste un buen servicio. Eso suele ser, sin embargo, habrías de ser más cuidadoso, claro. Especialmente si las das en el Hotel, si trabajan extranjeros en Recepción. A punto de irme, la más joven de Recepción, una chica alemana eficiente y atenta, me dice casi sollozando que mi propina “no la han repartido conmigo", los dos Santiaguinos, a la sazón, sus compañeros y bastante inútiles, la verdad.  Se da la circunstancia, que no era Chilena y también que había sido la que más se había molestado porque yo tuviera una buena estancia, con diferencia.  Me dio lástima, y de nuevo puse, esta vez en su mano, 6.000 pesos.

Seguridad.

No suelo meterme en problemas porque soy precavido. Pero algo hice quizá temerario, que era llevar el iPhone 4S en la mano, sacando fotografías, permanentemente. En la zona de la Plaza de Baquedano, hacia la Facultad de Derecho, pude notar que tres jóvenes me rondaban, aunque finalmente paré, me crucé de brazos y optaron por marcharse.  
Consejo: precaución siempre.

Internet. Locutorios.

Quizá tuve mala suerte. Al margen de los que encontré el tercer día, en los alrededores de la Plaza de Italia, los locutorios son escasos, mal atendidos, con los teclados casi siempre defectuosos…  

Policía Montada. (foto nublada para respetar al agente;
no pareció importarle mi disparo).


La policía. 

Nada que ver con lo que había visto hasta ahora. En la Plaza de Armas, un uniformado que vigila un aparcamiento, me sostiene la mirada, del todo desafiante. En fin, como no tenían perspectiva, me rondó en la mente, de repente, el fantasma de Pinochet, que quieren que les diga. En otra zona veo otro Policía montado a caballo que detiene en el sentido físico,  a un jovencito que acaba de cometer una fechoría, al que agarra por la camisa, como si fuera un gatito, llevándolo en volandas sin desmontar del caballo … En general me pareció que son unas FSE tristes. El uniforme me pareció ridículo. Una mala copia del inglés, especialmente el femenino.

El billete de Metro.

No puedes pagar un bono con tarjeta de crédito, sino en metálico. En el interior de las instalaciones, el WIFI es accesible sólo con un código que los turistas no tienen.

Buses.

Depende. Los hay modernos y todo lo contrario. El sistema "interpueblos" que pude conocer de noche, parece tercermundista. Sencillamente me quedé anodadado al verlos; mucho peores que los buses que el Gobierno Vasco, regala, cuando se sacan de circulación por haber cumplido su ciclo de vida práctica o estar amortizados contablemente, al Regimen Cubano.
(Creo que la fábrica de autobuses vasca, Irízar, aquí tiene una oportunidad de oro :).

En el caso de utilizar la Red Urbana de noche, sé precavido sino puedes coger un taxi. El ambiente al entrar en uno de ellos, me pareció sencillamente terrorífico, con personajes más que siniestros.

¿Locales para hacer deporte? 

Usé una piscina. Mi experiencia fue mala. La pileta que usé, aunque era privada y el personal correctísimo y atento, presentaba el agua del vaso, muy sucia. Aquí la ley obliga a que se permita ver el fondo desde el exterior; al menos es un stándard que se anota en los certificados que se exponen en público. En este caso estaba returbia, además era imposible nadar porque las calles no estaban asignadas a velocidades y por tanto es una anarquí. ... Lo lógico, salir de ahí cuanto antes.  

¿Una Oficina de Turismo? 

Oh! ¡qué suerte!* ... hasta que te das cuenta que su propósito es venderte viajes o 'tours' Me ocurrió en Bellavista, junto a una oficina de cambio de moneda, cerca de la Universidad de San Sebastián. Los que atendían no era una mujer guapa como es más habitual, que sepa idiomas o/y que tenga experiencia, etc... sino que eran simple y llanamente dos críos que querían venderte viajes, como digo. 
*Bueno, es que había que tomarlo con sentido del humor. Finalmente compré unos llaveros con logos del pais, etc.

Una Torre.

La Costanera Center, que se construyó como símbolo del auge económico de Chile es actualmente el edificio más alto del continente. Leí que "se levantó vulnerando normas y contra la opinión pública", según el periodista Mosciatti.


Costanera. Un edificio metido con calzador
en la ciudad.

Con la torre con la que me quedo, es sin duda, con la que está en la calle Andrés Bello, junto a Plaza de Italia: Edificio Telefónica. Permite una estampa sin igual y la coloco ahí, para los que han llegado hasta aquí.


Una estampa que te quita el hipo.
Edificio Sede Telefónica.


El río que circula a escasos metros, no tiene caudal en absoluto. Rectifico: lo tiene en la foto, pero no tenía una gota de agua cuando yo visité el ciudad. Según parece por la anchura y la profundidad de la cuenca, en general el caudal es aproximadamente de un 10%, no más. ¿el Gobierno proyecta llenarlo de agua? Cuando me lo dijeron, creí que era un chiste y aún no sé si lo es. 



                                                 ªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªª


En fin, dejo unas fotografías más, para los que han llegado hasta aquí. Mi próximo post de viajes, prometo será mucho más positivo, pero es que aquí, me ha parecido una antología del disparate y ciertamente, nos lo podemos tomar con sentido del humor. 








El Banco vasco (en realidad, se ha expandido tanto, que quizá
ya no lo es) está muy presente en Santiago.







Una joya que fotografío en 'Los Dominicos', legado de
las antiguas culturas prehispánicas.


Sorpresa grande.
Una casa de aspecto clásico, situada sola en medio
de varias megaconstrucciones.
 Me puse a hablar con el dueño,
muy tranquilo, no parecía que pensaba en vender.



Creo que es la calle Cristóbal Colón,  caminando
hacia la piscina que menciono arriba.




Ganándose el pan cantando.
Compré el CD a la mujer.



Tobalaba, junto a la Estación de Metro.



Gusto por el estilo Británico, patente.



Mapa en una oficina de la Facultad de Derecho.
(asistí a una conferencia).
Dejan la puerta abierta, lo veo y click!



"No se permite sacar fotografias" me dice el taxista.
Ya era tarde: quedó para siempre en mi cámara,
la comitiva Presidencial de Piñeira.
¡Toma geometría!


Escaparate de la Librería de la Univ. Católica.


Aeropuerto, al salir. ¡cómo me gusta esta foto!


Si te apetece ver fotos sacadas ésos días, pongo estos enlaces a mi Flickr

Album Santiago
Santiago Arquitectura 
SCL Arquitectura XX
SCL Dominicos. 

Son unas 650 fotos, pero cada click te lleva a una especie de collage ordenado.
Puedes también tenerlo como un repositorio de imágenes de esta metrópoli.
Recuerda aquello que conocemos del Creative Commons.




Por supuesto, este post ha sido divertido.
Ah! las fotos son mías.


NOTA: ruego me disculpes por haber cerrado los comentarios en este post, excepto si te has suscrito al blog. (con la una salvedad, quién me solicitó abrirlos para comentarlos). Ello es debido a que son impresiones generales demasiado susceptibles de respuesta. 


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